Hoy me he visto ‘Mentes peligrosas’ (1995) con mi madre.
Tengo varios problemas con el género de películas profe-se-hace-con-clase-problemática, aparte de lo cansino por repetitivo que se me hace el tópico.
El principal es que su mensaje es profundamente individualista. Se da por hecho que el sistema (las instituciones educativas) va mal, y se ve con ojos negativos, pero la solución no es colectiva, sino individual: el/la profe-coraje es quien lo va a conseguir gracias a... su vocación.
El concepto de vocación tiene un origen religioso. Max Weber, en ‘Ética protestante y espíritu del capitalismo’, explica cómo este concepto se volcó en una ética del trabajo. Dicho simple: se nos dice que nos autorrealizaremos como seres humanos subordinando toda nuestra vida a nuestra “misión” laboral.
Y así ocurre en estas películas: profesores sin vida personal fuera del trabajo, que hasta ponen de su propio dinero —¡y esto se representa como una virtud!— para compensar la falta de recursos en las escuelas. Sacrificando todo por “vocación” se hacen dignos de la admiración del espectador y, supuestamente, de los alumnos, que por primera vez se sienten tenidos en cuenta.
En estas películas, los profesores protagonistas no se sindican, su “lucha” se limita a sacar adelante a *su* grupo de alumnos. Aparentemente, todos los demás profesores son incompetentes, autoritarios o apáticos. No parece que existan asociaciones de profesores que se forman y se organizan colectivamente para construir estrategias juntos.
Este es el modelo ideal de profesor: el que se deja la piel y es más admirable cuanto más ascético sea —no se queja de sus condiciones laborales o su salario, sacrifica su vida y recursos personales en pos de su trabajo—.