Una cosa que me está gustando al leer '1491' de Charles C. Mann y que me recuerda también a mi lectura del año pasado de 'El amanecer de todo' de David Graeber y Wengrow es que no se conformen con el determinismo ecológico(*) típico a la hora de dar explicaciones sobre el ascenso y caída de civilizaciones y culturas.
No solo buscan explicaciones más plurales y menos infantilizantes (dice Mann: hubo muy malas cosechas en los años 70 y 80 en la URSS, pero ¿verdad que no diríamos sin más que la Guerra Fría acabó gracias a una sequía?), sino que hacen mucho hincapié en que, incluso cuando se dan fenómenos naturales destructivos, la clave la mayoría de las veces está en la gestión política de la catástrofe (o previa a ella).
Pone los ejemplos de Cahokia (civilización norteamericana) y de los territorios maya. Ambos pudieron llegar al límite de explotación de los recursos de su entorno. Ahora bien, las ciudades maya que más resistieron (como Chichén Itzá), también a la sequía, no fueron las que estaban en las zonas más húmedas. De hecho, esas cayeron antes, en buena medida por haberse sumergido durante más de un siglo en una guerra entre sí.
Y Cahokia cayó, pero los pueblos norteamericanos que le siguieron emprendieron relaciones más equilibradas con el entorno, que son lo que les ha dado esa fama de relación armónica con la naturaleza. Eso no les venía "de serie": la cultura es, en origen, invención política. Tras el fracaso de Cahokia, la lección se aprendió y no se volvió a repetir (al menos hasta que comenzó la colonización europea, claro...).
#lecturasdejanadelbosco
(*) Me refiero al tema de dar explicaciones del tipo de: esta civilización surgió porque estaba en un clima cálido y porque inventaron la agricultura y la agricultura lleva siempre a conformar Estados, y después cayó porque hubo una sequía tremenda.